Prologo

La comarca de Delhox estaba tranquila. Ya era historia las largas batallas libradas por sus antepasados. Se acercaba el invierno, así que los habitantes de Delhox empezaban a afilar sus hachas para dirigirse al Gran Bosque. Esta era una zona donde primaban los colores vivos, las criaturas del bosque, el Rio Magno,… y también era conocido por salvaguardar a los Protectores de Hoja. Hoja era una pequeña villa habitada por unas criaturas sobrenaturales, que se encargaban de proporcionar recursos a toda la comarca de Delhox. Tenían un aspecto humano, pero rozando lo celestial, si bien se diferenciaban del resto de habitantes de Delhox por su adaptación en el Gran Bosque. Eran buenos cazadores, se movían entre los árboles a gran velocidad… Pero Hoja no solo albergaba a estos seres…

20 de Marzo de 1940

Después de varios días lluviosos, el sol volvió a dejarse ver en la ciudad de Rotterdam. Hugo acababa de cumplir 8 años, pero no lo celebraba como en otros años. Este año era diferente. Apenas salía de su casa, y su única diversión era una gran biblioteca que se encontraba en el desván de la morada. Allí, había más libros de los que Hugo podría imaginar. Muchos de ellos, no tenían ningún interés para él, ya que, aunque al pequeño le gustaban los libros de aventuras, Napoleón no llegaba a sus expectativas de lo que una aventura debe de contener. Hugo solía estar todo el día acompañado de su madre, María, o como se hacía llamar en Holanda, Marie. Su padre solía estar fuera de casa casi todo el día. La familia entera solo podía encontrarse a la hora de cenar. Era un momento de felicidad para todos los miembros de la familia. Lázaro era el padre de Hugo. En otro tiempo había sido profesor en una universidad, pero desde que fueron a vivir a Rotterdam, su trabajo cambió. Ahora trabajaba para una familia acaudalada como personal de servicio. Esta era la familia Martel. Eran buenas personas, y amigos de la familia de Hugo desde antes de nacer este. En cuanto Lázaro y María llegaron a Holanda, Louis Martel, patriarca de la familia Martel, les ofreció alojamiento y trabajo. Hugo se preguntaba porque su padre prefería ese trabajo al que tenía como profesor en España.

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Louis Martel había sido compañero de trabajo de Lázaro en la Universidad. Se encargaba del departamento de filología francesa, ya que era su idioma natal. Lázaro compartía departamento con él, aunque él daba clases de literatura universal. Ahí es cuando forjaron una gran amistad. Solían estar hablando horas sobre las nuevas corrientes literarias de aquel tiempo. Muchas veces, Louis iba a cenar a casa de Lázaro con su familia, y sus largas tertulias llegaban a desplazar al resto de comensales a un segundo plano, ya que las conversaciones llegaban a un clímax intelectual, en el cual ni María ni Anne podían entender. Anne era un poco más joven que Louis. Mientras Louis trabajaba, ella estaba en casa o iba a dar un paseo. Incontables eran las mañanas en las que Anne y María se veían para pasear por la ciudad e ir a tomar un té en una terraza. Solían estar toda la mañana hablando sobre sus maridos, sus planes de futuro,… Tenían claro que ellas no podían estar en casa tanto tiempo, por ello pensaron seriamente trabajar conjuntamente, en una de sus mayores aficiones: el diseño de ropa. Solían imaginarse cómo iba a ser su estudio de costura, como iban a marcar tendencia… Pero ese sueño nunca se cumplió, se vio truncado por los acontecimientos que posteriormente iban a suceder…

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-Louis se va con su familia a Holanda-se apresuro a decir Lázaro- es probable que aquí no estén seguros.

-Pero ¿Qué ha pasado?-dijo María con cierto tono de nerviosismo. Su marido parecía tener cierta idea de que ocurría pero ella no encajaba muy bien que sus únicos amigos se fueran del país. No tenía sentido.

-Un compañero nos ha informado sobre un alzamiento en el sur,…y debe ser serio. Es un alzamiento nacional, dirigido por militares.

María se estremeció al instante. Sabía porque Louis se iba. Louis siempre había defendido la libertad ante todo. Ciertas veces escribía artículos para un periódico de tirada nacional en los cuales no dejaba títere con cabeza. Criticaba la avaricia de la Iglesia y el egoísmo de los monarcas. Esta era una de las razones por las que Louis estaba en el punto de mira. Pero en ese momento María se quedo en blanco. Recordó que años atrás Lázaro también escribió un artículo.

-¿Y el artículo que escribiste tu?- dijo María con notable tono de preocupación.

- Nadie recuerda ese artículo-dijo Lázaro, intentando tranquilizar a María, porque sabía que ese artículo había dañado a más de una persona. Sin embargo, estaba tan preocupado por la situación de Louis, que se había olvidado de su propia situación.

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Louis, aunque era francés de nacimiento, desde los 17 años había vivido en España. Su familia viajó a Rotterdam por motivos de trabajo del padre de Louis, mientras que éste comenzaba sus andaduras universitarias en España. Alguna vez había viajado a Rotterdam desde aquel momento; una vez cuando se casó con Anne, y otra en la desgraciada muerte de su padre. La familia de Louis había amasado gran fortuna en Holanda, ya que el padre de Louis era banquero desde bien joven, y a su llegada a Rotterdam llegó a ser la mano derecha del director de un gran banco.
Por ello, Louis y Anne no iban a tener problemas económicos para poder resguardarse de la inminente guerra que se iba a librar en territorio español.

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Hugo estaba confuso por la marcha de la familia Martel, si bien su madre no le había dado mucha información acerca del porqué de su marcha a otro país. El día siguiente de que supiera que la familia Martel se iba a Holanda, Hugo, al llegar a casa del colegio, vio a su madre apresurada metiendo alguno de los libros de Lázaro en unas cajas.
-Hola mama, ¿Por qué estas metiendo los libros de papa en esas cajas?- dijo Hugo.
-Emmm...para que no cojan polvo- dijo María con cierto nerviosismo. Esa respuesta no le valía a Hugo. Pese a su corta edad, sabía cuando pasaba algo y cuando no. Aún así, Hugo prefirió tantear a su madre en vez de hacerle una pregunta más directa.
-¡Que raro! Esos libros siempre han estado ahí y nunca te has preocupado por el polvo- dijo Hugo, nervioso de la provocación de haber dicho a su madre que su preocupación por el polvo no era muy excesiva hasta ahora.
-Ya, pero…hasta ahora no había visto como estaban-dijo María, que estaba tan nerviosa que ni se había dado cuenta del comentario de su hijo- Hugo, será mejor que subas a tu habitación hasta que venga tu padre y cenemos…, puedes leer uno de tus libros para hacer tiempo.
Hugo no comprendió que le ocurría a su madre, porqué estaba tan nerviosa, pero aun así, se dio cuenta que su madre estaba muy ocupada como para atenderle en ese momento, así que lo mejor sería ir a su habitación y entretenerse con algo.

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Lázaro llegó más pronto de lo común a casa. Hugo había estado toda la tarde en la ventana de su habitación que daba a la calle principal, esperando que viniese su padre. Se había dado cuenta que ese día no solo su madre estaba rara. Desde la ventana, Hugo pudo ver personas que actuaban de un modo diferente a lo que Hugo acostumbraba a ver desde esa ventana.
Para él, mirar por la ventana era una muy buena afición cuando estaba aburrido. La casa de la familia se situaba en una zona muy bonita de la ciudad y su ventana justo daba a la calle principal, donde había mucho movimiento durante el día. Ese movimiento era lo único que se mantenía en ese momento, pero la gente no paseaba sin prisas por la gran calle, sino que caminaban como si se avecinara una gran tormenta y la gente se apresuraba por ir a sus hogares para salvaguardarse del agua.

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-Es todo lo que he podido coger del despacho-dijo Lázaro mientras tosía por la falta de respiración.- Solo son libros y algún otro documento, lo demás…lo he dejado allí.
-¿Has comentado a alguien algo?- le susurro María con aparente preocupación.
-No. ¿Está ya todo preparado?-dijo Lázaro mientras recobraba un poco la normalidad bebiendo un vaso de agua.
-Si…casi todo. Nunca hay tiempo suficiente para irse de una casa sin dejar ningún rastro. Tenemos que hablar con Hugo- dijo María con un semblante serio, en contraste de su alegría normal.
-Hablaré con él, y saldremos de España esta misma noche-dijo preocupado Lázaro, nervioso por la nueva situación que sobrevenía.

21 de Marzo de 1940 - 10 de Mayo de 1940

Los días pasaban, pero a Hugo no se le olvidaba sus primeros años en España. Aun así, empezaba a hacer nuevos amigo en el colegio, aunque no los entendía del todo bien.
María, poco a poco, recobraba la sonrisa perdida hacía meses, y solía volver a pasear con Anne por las floridas calles de Rotterdam.
Lázaro añoraba su antiguo trabajo, aunque contaba con el apoyo de su gran amigo Louis. Ya no era profesor, pero seguía discutiendo horas y horas con su amigo sobre literatura.
Poco a poco, la familia iba recobrando la normalidad que hace meses tenían.

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En los días de tormenta, muy comunes en Holanda, la familia se quedaba en casa esperando a que pasara. María aprovechaba para limpiar la casa y ayudaba a Hugo en los deberes del colegio, aunque no entendiera muy bien de lo que trataban, ya que para toda la familia el nuevo idioma es estaba resultando muy difícil.
Hugo, al no tener otra cosa que hacer en estos días, visitaba el desván de la casa. Estaba un poco desordenado. Los anteriores inquilinos lo debían de utilizar para dejar todo aquello que no querían ver en las plantas inferiores. En el desván, había un gran ventanal. A Hugo le recordaba mucho al de su casa en España, y eso le hacía sentir muy triste. Tras el ventanal, no se veía la gente pasear, pero se podía ver gran parte de la ciudad desde arriba. Miles de techos rodeaban la gran catedral de Rotterdam. Para el niño, eran unas vistas impresionantes.

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Una tarde lluviosa, tras salir del colegio, el pequeño subió al desván a buscar algún libro con el que poder plasmar su gran imaginación. Había una gran estantería llena de libros, pero la mayor parte de ellos, no suponían ningún interés para Hugo. Sin embargo, cerca de esta estantería, el niño vio una caja de cartón que nunca había advertido hasta ahora. Se acercó a la caja, y al abrirá, una sonrisa se dibujo en su cara.

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-¿Qué tal ha ido el trabajo? – dijo María, mientras daba un cálido beso a su marido.
- Bueno,… bien, siempre puede ir mejor- bromeó Lázaro.- Mira lo que me ha conseguido Louis.
- ¡Vaya!... no sé si quiero o no saber lo que dice.
Lázaro, de un gran sobre de papel, sacó un periódico. No era de España, sino de Francia, pero buena parte de las noticias trataban de la situación del país vecino.
Louis solía conseguirle, tras grandes esfuerzos, un periódico francés una vez por semana, lo que le servía para saber qué estaba pasando en su país, cosa que para Lázaro no resultaba un placer, pero necesitaba información, aunque la información que aparecía en los periódicos era muy limitada.

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Hacía meses que la guerra en España había terminado. Miles eran los que habían perecido en aquella absurda batalla. Muchos más fueron los que se desplazaron a otros países. Aun así, la seguridad no se encontraba precisamente fuera de las fronteras de España. La muerte recorría buena parte de Europa, y pocos eran los lugares en los que sentirse seguro. Aun así, Lázaro, María y Hugo se sentían bien en Rotterdam. No podían volver a España, ya que la situación seguía siendo peligrosa para la familia, así que en sus mentes poco a poco fueron borrando la pequeña posibilidad de volver.

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Hugo no podía creer lo que veía. En esa pequeña caja había unos cinco o seis libros con vistosas portadas. Se trataba de libros sobre dragones, grandes guerreros, y cualquier otro tipo de criatura fantástica. El pequeño pensó que debían ser de algún niño que anteriormente había vivido en esa casa, y que se los había dejado olvidados. O quizás ese niño ya había crecido, y su interés por esos libros había desaparecido. Hugo, impaciente, comenzó a ojear todos los libros. En general eran todos iguales, excepto uno…